Follada a cuatro patas (1ª Parte)
Hacía varios días que mi coñito pedía guerra y esa noche quería satisfacerlo como sólo él se merecía. Tras una época de sequía en cuanto a sexo se refiere, mi cuerpo estaba preparado para volver a sentir la pasión más absoluta en los brazos de un hombre que me penetrara salvajemente y me hiciera olvidar de todos mis problemas. Una cana al aire no le hace daño a nadie, y en esta ocasión necesitaba un buen revolcón más que nunca en mi vida. Por eso me enfundé en un traje ceñido y extremadamente corto y salí a petardear por las calles de Madrid. Yo era una pantera en busca y caza de aquel hombre que estuviera dispuesto a pasar conmigo una noche de sexo duro y sin contemplaciones de ningún tipo. No eran ni las 11 de la noche cuando te cruzaste en mi camino y me seguiste el rollo en todo momento. Se notaba que tú también querías follar a toda costa, así que sin muchos preámbulos nos fuimos derechos a mi apartamento. Por el camino te propuse mil y una posturas sexuales para que pusiéramos en práctica una vez llegáramos, y a ti se te caía la baba con sólo escuchar todas las cerdadas que salían de mi preciosa boca. Fuiste empalmado todo el viaje, y yo encantada de saber que si con mis palabras había conseguido excitarte a tope, cuando me vieras desnuda ibas a enloquecer de placer. No me cabía ninguna duda. Nada más llegar a mi casa, me abalancé sobre ti como un animal que se lanza a por su presa. Te comí literalmente a besos mientras tú te recreabas tocándome las tetas y metiéndome un dedo en mi suave y hambriento coño. Tras masturbarme, te lamiste el dedo y yo creí morir de placer. Estaba claro que eras un vicio de primer nivel, casi tanto como yo. Acto seguido, me puse a cuatro patas y me abrí de piernas para sentir toda tu polla dura dentro de mí. Tú no lo dudaste ni un momento, así que te bajaste los calzoncillos y empezaste a follarme con un ansia enorme. Me encantaba sentir toda la sumisión del acto sexual mientras un hombre me la endiña por detrás. Mis caras de gusto eran el reflejo de lo mucho que estaba gozando de todo aquello, y por tus gemidos deduje que tú también te lo estabas pasando estupendamente. Mi coñito se te abría como si de una flor se tratase, totalmente receptivo a que tu polla lo taladrara sin ningún tipo de tregua. Te agarrabas a mi cintura para coger fuerza y empotrarme con más ganas. Yo me volvía loca cada vez que tu polla me empalaba hasta las entrañas de mi ser. Tanto estaba disfrutando de aquella escena de sexo, que a los pocos segundos alcancé un orgasmo maravilloso que me sumió en un estado de placer indescriptible. Pese a que yo ya estaba servida, tú seguías clavándomela por detrás sin descanso. Se notaba que querías correrte dentro de mí coño, así que te di permiso para que lo hicieras sin dudarlo. Por fin, entre gritos y gemidos de placer, eyaculaste llenándome de toda tu leche caliente. Era una maravilla notar aquel líquido recorriendo todo mi ser, fluyendo hasta llegar a lo más hondo posible. Con cada embestida, yo entrecerraba los ojos y disfrutaba de aquello tanto o más que tú. Finalmente nos tumbamos el uno sobre el otro y retomamos el aliento tras aquella escena de sexo apasionado. Había sido alucinante, pero sabíamos que aún lo podríamos hacer mejor. Así que nos dimos unos segundos de tregua para retomar fuerzas y volver a la acción con más ganas todavía. Continuará…